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Hibernáculo Guineano salió con su casa a cuestas una mañana gélida de otoño sin rumbo pero con la idea fija de no volver nunca más hasta que no encontrara la felicidad. Al torcer la esquina —no tenía suficiente fuerza como para doblarla— el cuerpo nacional de policía transubstanciado en dos agentes uniformadas y armadas le solicitaron el documento nacional de identidad y la cédula de habitabilidad y portabilidad de su vivienda. Dado que le fue imposible presentarlas le sugirieron que, para poder continuar con su viaje, por lo menos realizara un sobreesfuerzo metamórfico y se convirtiera en un molusco gasterópodo. Tras lograrlo, le fue permitido poder continuar con su viaje —más lento, eso sí— hasta que, avanzados apenas unos centímetros, un zapato del 39 lo aplastó. Las policías, tras mirarse fijamente a los ojos, decidieron hacer caso omiso del suceso y formalizaron su relación declarando su amor en público. Doña Precaución Republicano se apresuró a limpiar toda aquella porquería pegajosa antes de que algún vecino del predio la pisara y recibiera, por ello, una última reprimenda que se trasformara en un despido fulminante. Eudoxia Praxiduelos —paloma urbana de profesión— fue mucho más rápida y se abalanzó sobre los restos para tragárselos de una sentada, sin cubiertos ni etiquetas. Por lo demás, el otoño prosiguió el resto del día con su obstinada gelidez.